A principios de otoño de 1989, tuve un sueño
donde al automóvil que conducía en ese momento, le surgían de pronto 4 llantas
cuadradas. En el siguiente segmento del sueño, un amigo me pedía que condujera
el auto en una rampa diseñada especialmente. El escenario era un área cubierta
por hierba bordeada por árboles, en la cual aparecía la rampa justo para
ajustarse a las llantas cuadradas.
La mañana siguiente, conduje hasta Marin
Headlands, en las afueras de San Francisco, donde mi hijo, Zach, estaba pasando
un par de noches en una excursión con sus compañeros de quinto grado. Me habían
solicitado que pasara el día con ellos. Cuando vi las laderas de los riscos esa
mañana tranquila y sin nubes, la marea estaba muy alta. La bahía descansaba como
un estanque calmado, lo cual registré y mencioné.
Al final del día educativo y alegre, me
pidieron que llevara a casa a 3 extrañas, 2 preciosas niñas de quinto grado,
quienes se sentían ansiosas o asustadas de pasar la noche allí, y una madre a
quien no conocía, que necesitaba que la llevaran al este de la bahía.
Cuando nos acercábamos al tramo relativamente
bajo que se dirige al norte sobre la autopista 101, justo después de la salida
a Stinson beach y Tennessee Valley, estaba pensando en dos amigos en el área de
Tennessee Valley que vivían en un lugar cubierto de hierba parecido al de mi
sueño de la noche anterior. En el momento en que la camioneta entró en el tramo
bajo que se eleva sobre la vuelta a Tennessee Valley con la bahía a la derecha,
la sensación que sentí fue que la camioneta tenía 4 llantas cuadradas (tal y
como pasó en mi sueño de la noche anterior)
Reí con mis 3 nuevas conocidas en el auto y
les pregunté si estaban experimentando algo extraño en el recorrido. Cada una
respondió que sí y que sentían como si todas nuestras llantas se movieran
oscilando a la vez. Mencioné que pensaba que las había perdido por completo,
como si hubiera soñado esta misma situación la noche anterior.
Al mismo tiempo,
la recepción de la radio se distorsionó y se me ocurrió que a lo mejor valía la
pena detenerse a verificar que sucedía, cuando de pronto, el auto comenzó a
marchar con suavidad. Otros varios automóviles se habían apartado en la
carretera por alguna razón. Pero con todos los sistemas funcionando a la
perfección, excepto la radio que apagamos, continuamos nuestro camino y disfrutamos
de la belleza del día.
Una vez que cruzamos el puente Richmond-San
Rafael y nos dirigíamos por la 580 Este hacia la carretera 80, noté que el
tráfico se movía lentamente. Entonces, cuando entré en la 80, justo después de
la calle Gilman, en Berkeley, un automóvil de pronto se volcó desde la
carretera libre sobre la planta de hielo, llevándose una larga tubería de
irrigación con él. Le dije a la mujer que me acompañaba: “creo que tomaré la
salida de la universidad”.
Cuando lo hice, había grupos de personas
fuera de los edificios y las ventanas estaban rotas, me asomé por la ventanilla
y le pregunte a un hombre en el semáforo: “¿Qué ha sucedido?” “The Big One!!” gritó el hombre.
Al no detener el automóvil en Marin para
revisar las llantas y simplemente sacudir mi cabeza ante el hecho de que
estábamos experimentando mi sueño de la noche anterior, corrimos con la enorme
suerte de pasar por el puente Richmond-San Rafael justo antes de que la
patrulla de caminos lo cerrara debido al terremoto de loma prieta en 1989.
-Katherine Van Horne
Fuente: Momentos del Alma, Phil Cousineau. Edit. Grijalbo (1997)